Para ti mi cosecha está madura.
Ven a mi mundo pródigo de espigas
y siega de mis campos cuanto quieras
hasta que hayas llenado tu medida.
Es mi tiempo fecundo. Paso a paso
te invito a que recorras la campiña
donde tengo una sombra bien dispuesta
para que te acomodes, capesina.
Manosea los frutos de mis huertas.
Hurga pozos. Desnuda entre las viñas
sumérgete en racimos y sarmientos
que yo iré a vendimiarte al otro día.
Y en el lagar de nuestro lecho blanco,
pero rojos los dos por la vendimia,
al estrechar mi cuerpo contra el tuyo
lograremos tal mosto de caricias
que haremos fermentar jugosos besos
y estallarán racimos de alegría.
No habrá vino más dulce que el buen vino
que tú y yo endulzaremos en vigilia.
Para ti mi cosecha está madura.
Campesina, no faltes a mi cita.
Pongo mi corazón sobre la mesa,
para que tú lo uses de vasija.
que en él, tras de brindar, voy a beberme
hasta el último sorbo de tu vida.
Jorge Antonio Doré, Cuba 1949
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