Son apenas media docena de cepas, de distintas variedades y de tres años las más "viejas". Por cierto que no van a mover el amperímetro que mide el volumen de los vinos de Córdoba, pero son el cable a tierra que me hace conectarme con mi abuelo viñatero.
La primavera fue propicia y una veintena de racimos prometía una buena vendimia.
A mediados de diciembre una tormenta quebró el único cargador de la Bonarda y perdí sus 6 racimitos. Afortunadamente del pitón surgían unos brotes, que al menos garantizaban que la planta seguiría creciendo. Pero un par de días antes que termine el año, en apenas unas horas, las hormigas me dieron una mala sorpresa: no le dejaron una sola hoja. Más el Bonarda no es de rendirse fácilmente, y hoy 1° de enero, ya hay un par de hermosos brotecitos.
De las hormigas ya me estoy encargando, van a pensar dos veces antes de volver a hacer daño.
Apenas a un metro de distancia, el Tannat, como buena vasca noble y testaruda, derrocha racimos y hojas.
y me regala el primer envero de la temporada
La Isabella en cambio, dio mucho follaje y apenas un par de pequeños racimos:
y es la que más sufre el efecto del 2,4 D (*)
(*) Ácido 2,4-diclorofenoxiacético
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