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Quito; Bernal; Córdoba, Tunuyán; Barcelona; etc. (y todo otro lugar del mundo donde existan buenos vinos), Buenos Aires (Pcia. y Ciudad Autónoma); Córdoba (Argentina); Pichincha (Ecuador); Tunuyán (Mendoza);, Argentina
y además de enólogos, también al mismo tiempo psicologos, sommeliers, geólogos, licenciados y técnicos, de Argentina repartidos en el mundo

domingo, 18 de septiembre de 2011

¿Hay un Terroir mendocino?

Este es un artículo escrito por uno de los integrantes del Círculo Enológico Baires hace un tiempo para el diario Los Andes de Mendoza.

Terroir: ¿Un elemento desarrollado en Mendoza?




El Enólogo y Geólogo Luis Fontana hace un análisis sobre la importancia del terruño en la producción de los vinos, un concepto todavía poco explorado en Argentina. Comenta cuáles son las características del terroir, cómo ha evolucionado, cómo ve el desarrollo tecnológico en Argentina y cuáles son los más aptos para nuestra cepa emblemática.

Antes que nada conviene aclarar qué significa el término "terroir", que usualmente se la traduce al español como "terruño" o "pago", pero no sólo comprende a las características del suelo donde se cultiva, sino también otros aspectos tales como el relieve o inclinación del mismo, el clima, tanto general de la región como particular de cada parcela de viñedo, y también la forma de cultivo y labores culturales que se realizan.


Partiendo de estos conceptos casi no sería necesario tener que explicar que la mayor o menor riqueza de nutrientes que tenga un suelo, las características del drenaje, la calidad y cantidad del agua que se utilice para el riego, van a influir significativamente en las cualidades de la uva obtenida.

Lo mismo sucede con la topografía o relieve, que condiciona el riego y la distribución de minerales en el suelo y, en ciertos países de climas fríos, una inclinación que favorezca la insolación o proteja de vientos desfavorables, es fundamental para una buena maduración.

El clima, tanto regional como local, condiciona la calidad de la madurez de la fruta y también la sanidad de la misma, a través de la insolación, días de nubosidad, amplitud térmica, humedad relativa ambiente, temperaturas medias promedio, días libres de heladas, probabilidad de heladas tardías o tempranas. Este aspecto por ejemplo nos puede condicionar que variedades podemos cultivar en el lugar dado, de acuerdo a si su ciclo vegetativo es más o menos largo.

Por último, las labores culturales también son determinantes de las características de la uva, y del vino que obtengamos de la misma, porque no es indistinto cultivar en parral o en espaldera, realizar una poda más larga o más corta, el hacer o no raleo de racimos o deshojes durante el periodo vegetativo.

El terroir es un concepto amplio que abarca aspectos fundamentales que hacen a las características de la materia prima y por lo tanto del vino que se obtenga a partir de ella.

Un aspecto trascendente


Si el efecto terroir fuera intrascendente, no tendrían entonces por qué existir diferencias entre una uva Malbec cultivada, por ejemplo, en Luján y otra de Lavalle. Sin embargo, los vinos obtenidos de esas uvas van a tener características distintivas, de acidez, de índice de color, de astringencia y de aromas. Esa "personalidad" o particularidad distintiva en los aspectos visuales, aromáticos y gustativos que presentará cada vino, en parte provendrá de las prácticas enológicas que se hagan dentro de cada bodega, pero en una gran proporción será consecuencia de las particularidades de la materia prima, que a su vez son determinadas por el "terroir" donde nació, creció y maduró.


Este concepto es importante para todos los vinos, no sólo los de alta gama. Hasta las variedades destinadas generalmente para mosto concentrado o vinos básicos tienen un "terruño" en el cual conseguiremos un mejor rendimiento. Sólo es cuestión de buscarlo. En el caso de los vinos de alta gama, donde la tecnología actual de vinificación nos posibilita obtener expresiones varietales impensables hace un par de décadas, es fundamental lograr asimismo resaltar los aspectos particulares del terruño, que le darán una personalidad distintiva y única al vino que queremos obtener.

El terruño del Malbec


Por ejemplo, el Malbec cuando llegó a nuestras tierras no sólo era una "uva francesa" más, sino que para colmo no poseía el prestigio y reconocimiento que ostentaban el Cabernet o el Merlot. Seguramente Pouget y sus contemporáneos apostaban al éxito de estas dos cepas y no al Malbec. Sólo a fuerza de destacarse en la adaptación al terruño mendocino, con su capacidad de producir vinos excepcionales, que además lograban un maridaje perfecto con la gastronomía de nuestras tierras tan rica en carne vacuna, el Malbec se ganó su merecido título de cepa emblemática.

Las diferencias abismales que existen entre los Malbec del Sudoeste de Francia, tierra natal de esta cepa, y los argentinos, nos indicarían que los terroir más apropiados para esta variedad hay que buscarlos en zonas de clima mediterráneo, templadas cálidas, de gran heliofanía, ya sea en el desierto o en las tierras altas, de suelos pobres en materia orgánica y buen drenaje, y no en cambio en zonas templadas frías con importante influencia oceánica. Sin ir más lejos, en Uruguay, con un clima más atlántico, no obtienen los resultados que si se ven en los valles de Colchagua o de Aconcagua en Chile, que tiene un clima del tipo mediterráneo más parecido al nuestro que al francés .


En la Argentina podríamos decir que el Malbec no encontró uno, sino varios terroirs excepcionales. La Primera Zona de Mendoza será la que más antecedentes en hectáreas e historia tiene, pero basta degustar los provenientes de Cafayate, Catamarca, La Rioja, San Juan o Neuquén para darse cuenta del enorme potencial por descubrir que tenemos por delante, ya que no solo obtenemos en diversos lugares una gran expresión varietal, sino que estas presentan una personalidad y características únicas, que responden a las condiciones de suelo, clima y cultivo de cada uno de esos lugares.


Muchas veces, y visto desde el "nuevo mundo", puede parecer un poco exagerada la obsesión europea por el "terroir", que clasifican y categorizan sus vinos por la procedencia geográfica, sin indicar generalmente ni las variedades usadas ni proporciones de las mismas que utilizan en sus cortes. Tengamos en cuenta que llevan siglos, sino milenios, de cultivos de la vid, donde hay comunidades afincadas en una región determinada desde decenas de generaciones, donde a lo largo de los siglos y mediante el ensayo y el error fueron encontrando las variedades que mejor se adaptan al lugar y también la mejor manera de cultivarlas. Así consiguieron, y no de un día para otro precisamente, la mejor materia prima que a su vez daba origen al mejor vino.

El futuro

En nuestro país cada vez se está investigando más sobre el tema, y seguramente se le irá dando la importancia que merece, es sólo una cuestión de tiempo. El cambio que estamos viviendo en la vitivinicultura es a varias puntas a la vez. Empezó con una renovación tecnológica en las bodegas, a través de la incorporación del acero inoxidable, los equipos frigoríficos, el uso de levaduras seleccionadas, pero luego siguió en el viñedo, mejorando los sistemas de conducción, de poda, de riego, y sigue con la trazabilidad y certificación de origen de la materia prima.

Afortunadamente no vamos a tener que esperar siglos de pruebas de ensayo y error como se hizo en el viejo mundo, ya que agrónomos, enólogos, biólogos y geólogos cuentan con herramientas que permiten hacer una búsqueda científica, a través del uso de imágenes satelitales, fotos aéreas, análisis de suelos y aguas, ensayos de laboratorio y experimentación en viveros.

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